Cuento corto: De Erika y Reikyo

—Buen intento, pero no me someteré tan fácil, ¿sabes?—susurró con toda la convicción de la que fue capaz. Aún con las cuerdas que inmovilizaban su cuerpo, podría salir de esta si…

—¡Oh, no te preocupes; ningún problema!—la criatura sonrió de oreja a oreja con seguridad chispeante en los irregulares ojos—. Tenemos mucho tiempo para reflexionar, querida niña…

Dicho esto, se evaporó en el aire, dejándola sola en aquel incierto lugar. ¿Dónde estaría? ¿Se encontraba en algún lugar acaso? No podía ver más allá de su nariz por toda la oscuridad que reinaba en el lugar… ¿y si ya estaba muerta?

Pensó en la posibilidad…

No, era ridículo.

¿Atada, nada más salir de su cuerpo?

Lo sentía todo demasiado sólido, no era posible.

¿Y si era un sueño? No; demasiado real…

Resumiendo la situación: se encontraba atada de pies y manos en un lúgubre lugar, y ni siquiera se acordaba de cómo había llegado allí… una extraña criatura (que, curiosamente sí podía ver a pesar de la oscuridad) le proponía fundirse con él a cambio de tranquilidad y felicidad… ¡Que truco tan estúpido!

Ahora que lo pensaba… ¿para qué querría ese monstruo eso, y qué implicaría fundirse con él? ¿Necesitaba su consentimiento?

Mil preguntas rondaban su confundida mente.

—¡Ya sé! Igual me he vuelto loca y estoy imaginando todo esto—sospechó sin mucha convicción—¡Vaya! Sí que soy buena imaginándome cosas…

Frunció el ceño para tratar de escrutar el lugar, pero sin resultados.

«Podrías unirte a mí…» un susurro en lo más profundo de su mente la sobresalto. ¡No era posible!

—¡Hey, eso es privado, bichejo!—exclamó sin saber bien para qué lugar voltear.

Suspiró pesadamente y trató de aflojar las cuerdas, pero era imposible: estaban demasiado apretadas.

—No trates de razonar con él—murmuró una voz no tan lejos de ella.

—¿Q-Qué? ¿Quién eres; alguno de sus amigos demoniacos?—volteó la vista hacia donde había escuchado la voz, con los nervios de punta y la sensación de estar siendo observada. Estaba demasiado vulnerable.

El sujeto se rió por lo bajo. Tenía una voz suave y joven, ¿Quién podría ser?

—Estoy en la misma situación que tú, ¿sabes?—procedió a explicar el extraño, y ella sintió la voz un poco más cerca. Tensó los músculos, vacilante.

—Explícate, pues—cortó ella—. ¿Dónde diantres estamos, quién eres y que es esa cosa que se mete en mi mente?

—Calma. No podrá hacerte nada significativo si tú no se lo permites—aseguró el desconocido, aún más cerca.

—¿Cómo sé que no mientes? ¿Qué me asegura que no eres uno de sus compinches, qué eres real?—De verdad que estaba asustada…
Fue cuando sintió el roce de una mano sobre la suya. Era algo tosca, pero cálida.

—Soy tan real cómo tú—aseguró—. Ahora no te muevas, que te quito las ataduras.

Sintió como se aflojaban las cuerdas, y cómo caían. ¿Quién sería…?

—¿Qué es lo que quiere ese bufón de mal gusto en realidad?—fue lo primero que atinó a preguntar. Buscó nuevamente su contacto hasta que lo encontró.

No lo conocía de nada, no sabía si en realidad decía la verdad y estaría de su parte, pero le aterraba toda esa oscuridad de sobremanera, y poder tener algo a lo qué aferrarse la reconfortó un poco.

—Nuestros cuerpos y mentes, mientras que a nosotros nos envía a una clase de limbo.

—¿Cómo es que…. cómo sabes eso?—inquirió.

—Estuve a punto de ceder—explicó—, pero no podía ser tan indiferente.

—Ya veo…

—A todo esto, soy Reikyo—se presentó sin más, cambiando la conversación.

—Que nombre tan extraño.

—¿Te parece? Es muy común de dónde vengo.

Reflexionó unos instantes. Nunca había escuchado el nombre.

—Yo soy Erika, ¿de dónde vienes?

—De Pliztae, ¿la conoces?—el chico también se aferró al contacto de la recién llegada y trató de animar la conversación.

—Nunca había escuchado de ese lugar…

—¿De verdad? Es de las ciudades más reconocidas en el mundo… Se encuentra en el país…

Lamentos, susurros falsos y oscuridad aparente. Juegos de palabras y mentes…

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